El poder de la resurrección, poder para la misión.
«y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros, los que creemos, según la acción de su fuerza poderosa, la cual operó en Cristo, y lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo en este tiempo, sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo, pues la iglesia es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena a plenitud». Efesios 1:19-23
La historia humana es el triste registro de cómo el ser humano ha hecho mal uso y abuso del poder que ha tenido a su disposición. En efecto, desde la antigüedad y hasta nuestros días, hemos visto como naciones que crecen política y económicamente, terminan transformándose luego en distintos tipos de imperios, que sojuzgan y explotan a su antojo y conveniencia, vidas y recursos de las demás naciones. O el caso de hombres que llegan al poder, y una vez que logran concentrarlo en su persona, se erigen en verdaderos dictadores para autocomplacerse en efímeras fama y riquezas.
Ahora bien, sin temor a equivocarnos, podemos reconocer que la iglesia de Cristo ha tenido y tiene a su disposición el mayor poder que puede manifestarse en éste mundo, aquel que la misma Palabra de Dios ha llamado “el poder de la resurrección”. Y fue el Apóstol Pablo, quien más trató de abrir la visión de la iglesia a la realidad de tan tremendo poder. Uno de sus intentos lo hallamos justamente en Efesios 1:19-23. Es interesante que en ése pasaje Pablo comienza hablando del poder de la resurrección (vv.19-20) para luego imperceptiblemente seguir hablando del mismo Jesucristo, receptor de tal poder (vv.20-22 a), para terminar hablando de la iglesia, “usuaria” de tal poder ¡¡pero!! A través de Aquel que es su cabeza, esto es, Cristo.
Sin embargo, cuando ponemos nuestro foco de atención en el poder mismo de la resurrección notamos que su rasgo más notorio no es el de haber obrado la victoria de Jesús sobre la muerte sino más bien el de haberle otorgado autoridad al Cristo resucitado… sobre todo principado, autoridad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo en este tiempo, sino también en el venidero.
¡Y ese poder de la resurrección (poder de autoridad) es el que Jesús anunció que está a disposición de la iglesia para el cumplimiento de la misión! No por nada el Cristo resucitado, según registra Mateo 28, se acercó a sus discípulos no tanto para aclararles que tenía a su disposición un poder para vencer a la muerte, sino que les informó: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. ¡Y aun, si se presta atención, en el conocido pasaje de Filipenses 2:5-11, que describe la humillación y exaltación de Jesús, cuando llega al momento de referirse a su resurrección (Filipenses 2:9) la referencia del apóstol es más bien, a la exaltación del Cristo resucitado: Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre,… Como que en éste pasaje, resurrección es sinónimo de exaltación, de autoridad.
Oramos entonces para que en éste bendito tiempo de Pascua, la iglesia de Cristo tome, en fe, un nuevo impulso para el cumplimiento de la misión. Y lo hará alentada por la realidad del poder de la resurrección, que está a su disposición, en el nombre de Jesús. Poder que es autoridad espiritual. Poder y autoridad para hacer discípulos de Jesús en todas las naciones. Guillermo J. Robert